El retorno a la inversión en el aprendizaje es la máxima expresión del valor económico agregado por parte de esta función estratégica a la organización. Así mismo, el ROI está formulado en los términos en que se expresa la alta dirección: rentabilidad, retorno, beneficios económicos, período de recuperación, punto de equilibrio, etc. Por tanto, es el indicador que más valoran los directivos y se ha convertido en los últimos tiempos prácticamente en una quimera para las áreas de aprendizaje o entrenamiento, es decir algo inalcanzable, utópico, casi mitológico.
Y como todo lo mitológico, está lleno de ficción y fantasía que lo hace menos probable de aplicar. Mi objetivo con este artículo es señalar y desarticular algunas creencias populares que han convertido este indicador fundamental en algo sumamente escaso en la realidad de las organizaciones y con muy poca justificación.
De antemano, quisiera dar buena parte del crédito a Jack y Patti Phillips, del Instituto ROI en Estados Unidos quienes han aportado no solamente casi toda la literatura que hay alrededor del tema, sino también en su masificación vía la aplicación en organizaciones en todo el mundo.
Veamos entonces algunos argumentos de algunas personas por los cuales el Retorno a la Inversión del Aprendizaje es algo tan escaso en nuestra realidad empresarial latinoamericana:
“El ROI es simplemente un ratio financiero” Falso. Es mucho más que eso: es la demostración fehaciente de que los efectos económicos de un curso o programa superan, cuando son filtrados por una mirada negativa, a los costos inflados del mismo en el peor escenario.
“El ROI es muy complicado y costoso de calcular” Falso. El cálculo es más bien sencillo, basta saber restar y dividir. Lo que puede complicar un poco puede ser el saber aislar el efecto de otras variables a la hora de encontrar los beneficios económicos, pero de resto, nada más.
“Basta con conocer el impacto del curso o programa en los indicadores del negocio. Monetizar esos impactos y compararlos con los costos no sirve para mucho” Falso. Es muy bueno conocer que el curso o programa ha impactado los indicadores, pero es sumamente útil poder comparar el beneficio para saber si ha sido superior al esfuerzo necesario, para saber si ha sido costo efectivo. En el fondo, para saber si se agregó valor o no al negocio.
“Para aplicar correctamente el ROI hay que medírselo a todos los cursos o programas” Falso. Hay que aclarar que dentro de todos los tipos de indicadores que pueden evaluar un curso o programa: reacción, aprendizaje, aplicación, impacto y retorno, el más costoso es el ROI. Porque toma más tiempo, porque implica hacer un estudio ad-hoc, porque requiere recursos y análisis a profundidad. Por tanto, que no debe usarse en todo tipo de cursos o programas. El ROI está llamado a aplicarse en el Pareto de cursos o programas con mayor impacto o importancia, de tal manera que su uso sea costo eficiente.
“Aislar los efectos del programa para calcular el ROI es casi imposible y poco creíble” Falso. Ciertamente requiere técnica y metodología, pero no es ni siquiera difícil de realizar con un grado de credibilidad importante. Si se levantan adecuadamente las necesidades del programa y desde el inicio se determina cómo separar variables ajenas al mismo, será posible hacerlo
“El ROI es un indicador para las grandes empresas” Falso. Toda organización, sin importar su tamaño puede determinar económicamente el retorno a la inversión de sus esfuerzos en aprendizaje. Lo único que requiere es un seguimiento claro de los beneficios económicos y los costos asociados.
“A nadie le interesa el ROI” Falso. De hecho, es todo lo opuesto. Es el lenguaje común de aprendizaje con finanzas, con la alta dirección. Es la mejor manera cómo se pide más presupuesto, como se gana peso específico en la organización. Es la forma más adecuada para demostrar la importancia estratégica del aprendizaje en la empresa.
“El ROI no se puede aplicar cuando se trata de habilidades blandas” Falso. Si se implementa adecuadamente, un curso o programa relacionado a habilidades no técnicas o blandas tiene un correlato económico. Basta con analizar cuántas personas dejan una organización gracias a un mal estilo de liderazgo. Si monetizamos el costo de reponer un colaborador y lo multiplicamos por las personas que se retiran por esa razón, obtendremos un beneficio económico tangible.
“El ROI solo sirve para evaluar cuando las cosas ya han sucedido. Ni se puede predecir ni me da información antes de realizar el curso o programa” Falso. Es posible predecir el ROI. De hecho, de los dos componentes de la fórmula: beneficios y costos, el más fácil de conocer de antemano es el costo. Si igualamos costos y beneficios (ROI=0%) conoceremos el beneficio mínimo que el programa ha de tener para estar en equilibrio con sus costos.
“La metodología asociada al ROI solo se centra en temas financieros y no aborda beneficios intangibles o no cuantificables” Falso. Esto nos lleva al primer mito rebatido en este artículo: el ROI es más que un ratio o una fórmula. Es una metodología que se aprovecha mejor cuando se usa en conjunto con otras métricas que evalúan sus causas previas en una cadena de acontecimientos: la cadena causal. Es decir, cuando se usan en conjunto con indicadores de reacción, aprendizaje, aplicación e impacto. Los beneficios intangibles o cualitativos son resultados directos o colaterales del curso o programa que resulta más barato mencionarlos que monetizarlos.
Espero haber contribuido a ir quitando el temor para que en Latinoamérica vamos explorando el Retorno a la Inversión como una herramienta de evaluación sólida y creíble. Recomiendo mucho que empecemos a hacer internamente algunos estudios y que vamos confiando primero en nuestra capacidad de medirlo y sustentarlo, para luego atrevernos a llevarlo a la alta dirección.